Quise ser viento, madre, tú me diste alas.

Quise ser río, y tú me enseñaste cauces.

De mi infancia recuerdo risas, palabras suaves.

Hilaste con flores el lazo que nos une

y hallé en tu abrazo un cielo limpio,

de tus ojos bebí la alegría de vivir,

y de sus colores pinté mi mirada.

Si, madre, tú señalaste las gaviotas,

tú me das cada día las fibras con las que se tejen los sueños.

¿Cómo decir cuánto te lo agradezco?

¿Sabe la lluvia lo que le debe al mar?

¿Sabe el árbol lo que le debe a la semilla?

Gracias, madre, por tu amor sin diques,

por ser espejo y brújula, cuarto de juegos y refugio.

Por preferirme ligera y libre, por ser fuente y cascada,

por haberme enseñado la belleza de las estrellas,

por los llantos ahogados que has convertido en sonrisa,

por tu esfuerzo, por tu confianza, por ser siempre joven,

gracias en definitiva,

por haberme dado la vida,

esta vida que para mí es poesía: Mi vida.

Ana.


Gracias mi niña, por ser así, tan especial,

por ser de agua con corazón de arcoiris.

Mami.

                                   INICIO