Érase una vez, un joven conde que heredó las tierras de su padre, estaba casado, era un matrimonio concertado, tenía una vida holgada y se podía decir que era feliz.
Como todos los jueves que el tiempo lo permitía, salía de su castillo y se iba de caza, con su arco, una cómoda capa y su caballo alazán, se iba hacia el sur, mas allá del río.
Estaba contemplando los colores verdes del otoño, cuando cerca del río vió un ciervo, altivo, con sus astas al viento, y tensó su arco, en el instante de dispararle, el ciervo se dió la vuelta y le miró, no se movió. El conde no se sintió capaz de matar a tan bella criatura y le dejó marchar.
Supiró, fué a subir a su caballo y se encontró con una dama extremadamente bella, vestida con una túnica trenzada de hojas verdes, le dijo: "Soy la princesa del río, si lo hubieras teñido de sangre hubiera sido muy desagradable... me gusta tanto que sus aguas sean cristalinas...
El conde no acertaba a decir palabra. Le dijo que no era humana, que era anjana que vivía en el río y la naturaleza le había hecho dueña de todos los bosques.
La anjana le dijo que como no había enturbiado sus aguas le iba a conceder un deseo. Él estaba prendado de su belleza, pidió que este momento durara para siempre, que fuera eterno. La muchacha sonreía, y le habló quedamente...piensa que la belleza no es infinita... pero él no quería atender, así que la anjana cerró los ojos y tras unos momentos en que el viento meció la escena, pronunció las palabras... ¡que así sea!.
Pasaron los años, veranos, inviernos...toda la vida empezó a girar en torno a ese encuentro y el conde empezó a marchitarse, sus cabellos se estaban agrisando. Cada vez que iba a ver a la anjana algo de aquel primer encuentro iba cambiando, igual como el agua que va limando las rocas...
Un día no pudo más y le dijo, ¿que has hecho conmigo?...ya nada es igual como la primera vez, ¿por que no puedo sentir lo mismo que aquella vez?... Ella le sonrió con ternura y compasión...sí, todo es igual, pero te lo advertí, nada es eterno, la primavera tiene que morir para volver a nacer y así maravillarnos con su nuevo color... Cuando vives algo pasa a ser un recuerdo y nada se puede vivir dos veces, no se puede detener el agua de un río para siempre y si la estancas se evapora...
Quería retroceder el tiempo, ¡no podía más!...¡que error!... sollozando le pidió que se fuera, que lo dejara, que se convirtiera en su recuerdo..., era la única forma de poder vivir lo poco que le quedaba de vida.
La anjana le rozó con sus dedos su mejilla y desapareció con las hojas del otoño, el viejo conde no volvió a verla nunca más.
Aquellos fueron los años que realmente vivió... tres primaveras...y en su último momento no dejaba de repetir una y otra vez....
"Nadie puede parar con sus manos la corriente de un río"...
"Nadie puede parar con sus manos la corriente de un río"... |