Isondúe.

   Hubo un luminoso indio guaraní, se llamaba Isondúe, (suena a los oídos como un susurro de aire...Issssondúe...).

   Era de esas personas que hacen que la vida parezca fácil, reía con esa risa que llega al alma, llena de ternura y paz.

  Isondúe era muy querido por los habitantes de aquel poblado.

  Las jóvenes se acercaban para hablar con él, siempre estaba rodeado de amigos, siempre...siempre acompañado como si fuera una estela de luz que dirige el camino.

  Las personas que brillan tanto, también tienen enemigos, son rencorosos porque no pueden admitir que se pierden en la sombra.

  Le vigilaban en la oscuridad, sentían envidia...En la oscuridad, los pensamientos son muy negros...¡tan negrosss!

  Una noche fría...Isondúe se dirigía al poblado y en plena selva le tendieron una trampa, se abalanzaron sobre él.   Le atacaron por sorpresa, se defendió pero no pudo con todos. Lo tiraron a un pozo cavado en la tierra y allí esperaron que el corazón dejara de latir.

  Isondúe era un indio especial, era de este mundo y de otros...

  Los árboles gemían con triste lamento, se agitaban, y despacito despacito, del cuerpo inerte de Isondúe, de sus heridas empezaron a salir puntitos blancos de luz y con brillo, hasta veintidós...tantos como sus heridas.

  Las lucecitas se convirtieron en Isondúes o también llamados Tuquitos. Resplandecían con todo su esplendor, como mágicas fogatas sobre el monte.

  Cerca de los arroyos, en la selva empezaron a volar y multiplicarse en dirección a las estrellas...llegaron altos y se agruparon como pedacitos voladores formando la Vía Láctea...

  El cuerpo de Isondúe, se convirtió en un remolino igual que el aire del desierto...cálido, suave y empezó a subir con sus Tuquitos rodeándole formando una estela hacia arriba, arriba, hacia su lugar...hacia su mundo. Allí nos espera para continuar con su brillo... en el otro mundo...

  Donde nacieron los isondúes o tuquitos no existe la oscuridad, el camino está iluminado siempre por un séquito de luces...nadie se pierde.

***

  Si tienes un día gris y oscuro, y lees estas leyendas, te olvidas por un ratito de todos los problemas, la vida se llena de luz y te hacen sonreir.

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  Nota personal:

  Era pequeña, sobre unos seis años. Iba en el coche con mi padre. A ambos lados de la carretera había lucecitas y le pregunté... ¿papi?... ¿que son?, me contestó que luciérnagas o bichitos de luz. Mi curiosidad como niña era increible ... ojos redondos ...

  Un día cogí un bote de cristal y metí el "bichito" dentro, (quería alumbrar mi bita) pero no tenía luz, así que le pregunté a mi madre el por que...y me dijo...necesita salir del bote para tener vida, así no puede alumbrar porque no aletea...

  Abrí el bote, me quedé mirándole y lo deposité en la hierba.

  Isondúe por un momento me regaló su luz y yo sin saberlo ... le regalaba:

¡la vida!

* * *

  Espero que esta leyenda os haya trasladado a la infancia, que hayaís sido afortunadas/os de vivir esa época llena de fantasía e ilusión y tambien de despertares, y si soís jóvenes, ojalá tengaís la experiencia de vivirla. ¡Merece la pena!...

  Otro día os contare otra historia.

  La vida continúa, sed felices.

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