La abeja Palmira.

Libando la flor de la borraja.

    Acababa de nacer, era toda blanca como la nieve, sin abrir los ojos oía unas voces a lo lejos ...es especial... decían. Había llegado a la vida, con sus patitas encogidas, aturdida.

    La alimentaban con unas micro-raciones de jalea real, ¡que buen sabor tenía!, le acercaban a su boquita unas nubes de algodon impregnadas es ese liquido tan necesario para la abeja reina, pero ella no era reina...o sí?.

   Al cabo de cinco días se anunció una reunión, decía así:  Decreto Real: "Mañana cuando el sol abra sus alas y los rayos iluminen a la abeja guardiana, todos los habitantes de la colmena estarán en la entrada formados en filas de quince". Nació timidamente el sol e iluminó a la abeja guardiana, entonces apareció por la puerta principal la reina, llevaba una corona brillante que dejaba libre sus antenitas, que se movían con rapidez, se acercaba con paso ceremonioso, se colocó en en el centro para que todos pudieran verla y escucharla , con voz clara, les saludó y dijo: "Os he reunido para anunciar que ha nacido una nueva reina, cuando en la colmena hay dos reinas nos dividimos y la nueva reina se lleva su séquito y sus seguidoras hacia otro lugar... así empieza su reinado y seguirá siendo alimentada por las obreras y su trabajo sera procrear".

    La reina miró a la abejita Palmira, toda chiquitina, y les dijo: ¡He aquí a la nueva reina!. Los ojitos de Palmira se pusieron brillantes, porque aunque era pequeña, sabía la responsabilidad tan grande que tenía sobre sus hombros, pero iba a ser capaz de todo para triunfar y llevar a sus seguidores adelante.

    Pasados unos días ya teneís a la Reina Palmira, con la misión de encontrar pareja, sií, ¡que dificil! ¿verdad?...¡pues, no!. Ahora os lo cuento... en la colmena hay obreras, son las que trabajan y van a por el polen, luego las que alimentan a la reina, otras que limpian la colmena y la entrada, y también están los zánganos. De aquel vuelo por el cielo, tenía que salir el elegido para fecundar a la reina, pero ésta era tan exigente...

    La Reina Palmira, limpió sus alitas con las patas traseras y se dispuso a volar, salió rápida hacia el cielo, a continación, toda no se hizo esperar , la nube de zánganos salió trás de ella, tenían que alcanzarla y el más fuerte copular, en fin... volando y volando, los que se agotaban regresaban a la colmena y allí les esperaban las obreras, armadas hasta los dientes... y en cuanto llegaban como estaban cansados los mataban sin compasión, ¡¡zas zas, fuera!!...así todos hasta que uno lo conseguía, era el rey, pero su reinado iba a ser cortito, muy cortito, porque la Reina Palmira una vez era fecundada en el aire, ya no lo necesitaba para nada...y... se dehacía de él.

    La Reina Palmira regresaba a la colmena para emprender una nueva vida y su séquito y las obreras que le acompañaban, ya estaban preparadas para su nuevo hogar, así que todas emprendieron el vuelo hacía un lugar con mucho sol, y tantas flores por fecundar. Una vez allí eligieron un lugar protegido del aire y con sus patitas iban creando las

celdas, eran exágonos perfectos, todas iguales donde se deposita la miel y se van llenando sus celdas una a una.

    Y ésta es la historia de la Reina Palmira. Así es como actua la vida en la colmena, llevar el polen , llenar las celditas y convertirlo en miel, ese color transparente, limpio, claro y tan delicioso para el paladar.

Palmira, la reina

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